5 de noviembre de 2015

Por qué no me casé con Maricasti (también marimacho, maritornes, marisabidilla, marimandona y marileches), según el callejero bejarano



Parásito con piel de uralita...

Estábamos en Cordel de Merinas y, efectivamente, comencé a sentirme como un borrego. Unos minutos más tarde y la ceremonia se habría cometido; por fortuna, reaccioné a tiempo. Sí, ella, esa mujer, Maricasti, estaba plantada a la entrada del juzgado con su traje de novia, como un muñeco de nieve king-size optando al récord Guinnes, como un alijo de cocaína festoneado, y yo la dejé así, bien plantada,  el día de nuestra boda. Salí disparado como un cohete, cuesta arriba, y, en una señal de bienaventuranza, llegué a la Calle Derechos Humanos, asilándome en casa de un conocido. Allí, desde una preciosa balconada sobre la ciudad estrecha, entoné gloriosamente el famoso tema de Nino Bravo, Libre, y brindé por una nueva vida con un exquisito caldo de la Ribera del Sangusín. Fue como escapar de una secta. Un providencial destello de consciencia, un súbito retorno de la razón, me hizo darme cuenta de que Maricasti era tan esbelta como el búnker de la Telefónica en la Calle Flamencos (cuando el ladrillo es un crimen); tan limpia como la vecina Calleja del Orujal (donde las caquitas dibujan caprichosos rosarios); tan llena de luz como Parrillas (donde, tal el reinado de Felipe II, no se pone el sol, porque tampoco sale); tan estable como sus propias casas (porque en Parrillas unas se agarran a otras para no caerse, y no sé por qué me viene ahora el recuerdo de Brueghel el Viejo, y más en concreto de su obra La parábola de los ciegos); tan segura como la Quebradilla en enero (donde algunos espontáneos deciden practicar el patinaje artístico); tan jovial como el perfil norte de la ciudad en una noche de invierno (donde solo falta el detalle de la madre de Maricasti volando sobre una escoba); tan generosa como las aceras de Tomás Bretón (donde el peatón, al paso de los automóviles, adopta pose egipcia); tan práctica como las rampas de la Travesía de Olivillas (siempre y cuando un minusválido quiera suicidarse); tan sencilla como la nomenclatura de la Calle Mayor (que es una y también trina: Reinoso, Sánchez Ocaña y Pardiñas); tan natural como el remozado de Bajada de San Albín (Cuesta de los Perros de toda la vida) o Travesía de Colón (Calle de las Comadres de toda la vida); tan sugerente como la entrada a Béjar por Puente Alcolea (donde la ruina y la suciedad se integran en el pintoresquismo); tan coqueta como el nº 1 de la Plaza San Juan Bosco (parásito con piel de uralita que se adosa a la muralla del Palacio Ducal); tan recta como Los Rodeos del Castañar (tribulación del romero dipsómano); tan acogedora como la Trasera de San Gil (en cuyo tramo más estrecho no pueden cruzarse dos viandantes); tan genuina como el Piel de Toro en la Plaza de la Piedad (homenaje urbanístico al Exin Castillos, neoexabrupto entre edilicia barroca); tan bella como los pisos nuevos de Víctor Gorzo (vulgarmente conocidos como el módulo).
¡Menos mal que me di el piro!

Gabriel Cusac


4 comentarios:

juan de la cruz471 dijo...

y cuando se publique este comentario habrá venido a obviar todos estos parajes todo un presidente del gobierno de España, y cuatro o cinco lecheras de policías, más los tres o cuatro "secretas" que llevan un par de días preparando los aspectos de seguridad de la visita. Todos cobrando dietas. Y no se enterarán de nada, porque no vienen a vernos. Necesitan un marco y un pretexto para que la tele saque a Rajoy hablando de Cataluña con un fondo cualquiera de caras asintientes. Hoy todos miraremos atentos el telediario para comprobar si usan peperos comarcales o traerán gente de "casting" profesional con mejor imagen.
Por cierto, Rajoy era mozo viejo cuando se casó, dicen que por orden de Aznar. Tú eres un desobediente, no me extraña que conozcas tan bien esos andurriales.

Gabriel Cusac dijo...

Nada cambiará en Béjar por la visita del Presidente (quien, si es observador, habrá notado los signos de dacadencia en su paseo por la calle Mayor), ni en su paisaje urbano ni en su paisanaje. En mí, tampoco. Sobre la segunda parte de tu comentario, tengo información más allá de lo publicado sobre esos "andurriales" a los que te refieres. Y me asombran dos cosas: que practicamente toda la información al respecto haya sido borrada de internet y que alguien de esa condición haya logrado ser presidente del PP. Hay que estar muy hambriento de poder para enmascararse de ese modo. Y hay que tener muy poquita conciencia.

Anónimo dijo...

Pues de todos esos "andurriales" tan primorosamente descritos hay uno que personalmente lo encuentro rebosante de romanticismo y erotismo. Se trata del búnker de la Telefónica. No, no he fumado nada extraño ni probado gota de alcohol. Se trata simplemente de que en la "callejuela" que lo circunda, un servidor perdió el virgo a manos de, o mejor dicho, entre los muslos de mi querida M.T. hermana de mi buen amigo G.J. Como dice la canción:todo es del color del cristal con que se mire.
Y en lo que se refiere al Presi, sobran despectivos.
Títiro.

Gabriel Cusac dijo...

Pues no eres el primero que me cuenta sobre los usos lúdicos de esa callejuela. Al final debemos reconocer que el búnker ha prestado a los bejaranos un gran servicio. Un abrazo, Títiro.