2 de diciembre de 2014

Sobre los subterráneos secretos de Béjar




 
Plano de El Bosque en un folleto informativo del Grupo Cultural San Gil

El término bosquero, como cuidador de la villa ducal de El Bosque, ya aparece documentado en el  XVI. Algunos siglos más tarde, yo también tuve la obligación y el privilegio de ocupar este puesto, y pude comprobar entonces el profundo arraigo, en el imaginario popular bejarano, de dos ficciones undergrounds. Porque fueron muchos paisanos quienes, sin asomo de duda, me certificaban la existencia de sendos subterráneos con punto de partida en la misma pieza arquitectónica: el Cubo del Desaguadero. Uno conduciría a la isla central, la pequeña Citera del estanque, y, a modo de estribillo, siempre escuchaba el mismo argumento: los músicos que tocaban en el templete de la isla entraban y salían por aquí. El otro subterráneo, de más envergadura, comunicaría con la residencia urbana, el Palacio Ducal cuyos muros acogen hoy el Instituto Ramón Olleros y  la Cámara Oscura.
Preciosas invenciones -pero invenciones, al fin y al cabo- superadas por aquélla que pretende un túnel secreto entre el propio Palacio Ducal y el Castillo de San Vicente, en Montemayor del Río, a 16 kilómetros de Béjar. Un castillo que, por meros intereses de explotación comercial, fue rebautizado como del Paraíso -nombre bastardo, artificial patraña de marketing que en ningún caso debemos aceptar- y un túnel quimérico que, como ya escribí en otro lugar, fue gótico soporte literario  de “El castillo de Montemayor”, folletín que Fernando Aguilar y Álvarez publicó capítulo a capítulo en su periódico La locomotora entre los años 1881 y 82, y que recientemente ha sido reeditado a cargo de Miguel Sánchez González. Es posible, también, que muchos lectores bejaranos hayan oído hablar de otra abracadabrante galería con salida en las proximidades de la ermita de Santa Ana. Ya vemos con qué ligereza, por los atajos de la fantasía, se sortean las vaguadas, la distancia, los cursos fluviales y la morfología granítica de estas tierras. No obstante, el río suena demasiado para que todo sea incierto. Porque tanto florilegio legendario debe tener su origen en un poso de verdad.

El palacio ducal en el XIX (foto del blog Pinceladas de Historia Bejarana)

La entrada “Béjar” en el Diccionario de Pascual Madoz apunta: “Descuella entre todos los edificios por su eminencia e importancia arqueológica el palacio ducal, del que no puede menos de darse una ligera idea. Su más antigua y primitiva forma está desfigurada por las diferentes épocas que han mediado; así es que cada día se han encontrado terraplenadas u obstruidas habitaciones y galerías subterráneas sin uso alguno”. Una descripción que parece tener su continuidad en El palacio, artículo histórico por entregas (1-X/1-XII de1918) que el erudito local Juan Muñoz publica en el entonces quincenario Béjar en Madrid: “El palacio tenía galerías subterráneas con salidas o desemboques que no se conocen ya, y las cuales galerías han sido terraplenadas, lo mismo que muchas habitaciones inferiores […] Llama la atención que todo el palacio está lleno de escaleras estrechas, como de servicio, situadas entre los gruesos de los muros, hallándose hoy condenadas casi todas por las reformas hechas en él”. Este artículo está dedicado al director del periódico, Toribio Zúñiga, quien un año antes, y sin mayor trascendencia para el tema que nos ocupa, ambienta circunstancialmente algún capítulo de la serie Sueño de una noche de verano en los subterráneos del palacio.
Recordemos, por ejemplo, que en las obras de habilitación de la Cámara Oscura salió a la luz uno de los corredores a los que se refiere Juan Muñoz. Y que la ventanita enrejada del muro sur del palacio, en la calle Rodríguez Vidal, da acceso a una especie de mazmorra enorme, hoy incomunicada del resto de las dependencias áulicas. Pero si estos pasillos y estancias intramuros pueden cimentar los orígenes de la elucubración legendaria, también resulta muy probable que el Palacio Ducal contara con una o varias salidas secretas, las llamadas puertas de la traición, artificio que permitiría la huida a los señores de palacio en caso de conjura interna. Sí, es cierto: en Béjar existió una puerta homónima, pero en este espacio sería muy larga de explicar toda la controversia que rodea a este topónimo urbano, asunto que José Muñoz Domínguez y yo tratamos en un capítulo de Los Hombres de Musgo y su parentela salvaje. En el citado trabajo nos referíamos a un desaparecido portillo de la muralla; pero soslayamos otras posibilidades que acaso podrían localizar en Béjar un reflejo mínimo del subsuelo encantado de otras ciudades (Madrid, Toledo, Cuenca, París, Nápoles…). No sería extraño que estas hipotéticas vías de escape desembocaran en casas particulares relacionadas con el señorío ducal, o quizá en iglesias y conventos. Al respecto, cabe decir que hace unos veinte años, durante la reforma de un local en la calle Horno del Salvador, afloró un túnel abovedado de ladrillo, perpendicular a la misma entrada del Palacio Ducal, cuyas dimensiones difícilmente se corresponden a una antigua alcantarilla, ya que por él podrían caminar dos personas erguidas y en paralelo. Es preciso señalar que unos metros más arriba (dirección este) se ubicaron el Convento de la Piedad, fundado en 1590 gracias al patronazgo ducal (y en lo que fue la propia residencia de verano de los Zúñiga), o la casa solariega de los Pizarro, lugares que se muestran propicios al antojo. Por lo demás, algunas informaciones de particulares que creo ciertas, pero que no he podido comprobar, aseguran otra salida en los sótanos de una de las casas porticadas de la misma Plaza Mayor. ¿Rumores? En octubre de 2010, con la pasión juvenil propia de quienes amamos estos misterios, Luis Felipe Comendador comenta y fotografía un sorprendente hallazgo: el hundimiento del firme junto a uno de los torreones dejó al descubierto dos túneles de mampostería. Y él, como yo, por unos instantes volvió a la mocedad: http://bejarananomellores.blogspot.com.es/2010/10/tuneles-perdidos-del-palacio-ducal-de.html 
Decía Luis Felipe: "Mi reflejo inmediato fue el de tomar unas cuantas instantáneas para dejar constancia del hallazgo, ya que me temía lo que exactamente ha sucedido, que el agujero ha sido tapado de inmediato, no sé si por recomendación de Patrimonio o simplemente por evitar alguna desgracia fruto de esa curiosidad que nos come siempre a todos".

Subterráneos del Palacio Ducal  (foto de L.F: Comendador)

Ya. Cuánto me gustaría pasar de la especulación a la acción  y tener la oportunidad de explorar alguno de estos olvidados subterráneos. Siquiera un pequeño tramo, porque, con la razón por delante, lo más probable es que ya estén derrumbados en su práctica totalidad. Es una de las viejas ilusiones que aún conservo, y aprovecho la ocasión  para hacer un llamado a quienes tengan datos que puedan facilitarme tan largamente anhelada empresa. También abro este blog a la respuesta de los sabios al caso (léase Carmen Cascón, José Muñoz, Francisco Fabián…) porque es seguro que tras estos delgados apuntes habrán quedado muchos detalles en el tintero. Sobre las posibles alianzas conspiratorias para solicitar una intervención arqueológica en regla, ya hablaremos. Quién sabe si algún día Béjar contará con turismo subterráneo.
En espera de sus noticias, atte.,

Gabriel Cusac

7 comentarios:

Gabriel Cusac dijo...

Para abrir boca, José Muñoz Domínguez me remite a su trabajo "Arquitectura subterránea" en Estudios Bejaranos, CEB, de 2002. Animo al lector curioso.

Ccasconm dijo...

¿Leyenda? ¿realidad? Los hallazgos arqueológicos y documentales corroboran que las galerías subterráneas, hecha a machamartillo en tiempos en los que los canchales de granito eran verdaderos paredones insalvables, existen, en presente.
¿Hacia dónde iban? La lógica nos dice que no mucho más allá de los límites del castilo-fortaleza, es decir, que servían para que sus moradores huyeran en caso de asedio.
La leyenda urbana, sin embargo, los extiende hasta otros puntos de la población, leáse el Museo Judío (porque el pozo que luce bajo un cristal blindado algunos lo hacen ser túnel, aunque anegado y con trazas evidentes de pozo) o las proximidades del túnel del tren. Hace poco una señora me contó que de pequeña iban de paseo hasta una fuente que se encontraba en el interior de una galería que comenzaba cerca del mencionado lugar, en la zona de La Fabril. Inquirida por mí, la señora me respondió que no podían tener acceso al interior porque estaba tapado. ¿Nos lo podemos creer?
Ahí dejo estos apuntes por si alguien quiere añadir algo más mientras indago por ahí.
Un saludo

Gabriel Cusac dijo...

Interesantísimo tu comentario, Carmen, sobre todo lo que cuenta la señora de la fuente ¡en el interior de una galería!. Vas a tener que presentarme a esa mujer. En serio.

Anónimo dijo...

Detrás de la fuente de Doña Elisa, dentro de la finca que linda con ella, hay o por lo menos había, una puerta metálica incrustada en la ladera y cerrada a cal y canto. Allí no había ninguna construcción en superficie, por lo tanto lo que cerraba dicha puerta se internaba bajo el monte. Entre los niños se comentaba que era un acceso a los míticos túneles. Podría ser ésta la entrada a la galería con la fuente a la que se refería la anciana?
Títiro

Gabriel Cusac dijo...

Es muy posible que hayas dado en el clavo, Títiro. El túnel de la fuente de Doña Elisa conducirá al manantial, aunque supongo que esa es su única función específica, sin relación alguna con las salidas secretas del palacio. Un saludo.

Ainhoa dijo...

Muy instructivo señor Cusac, me recuerda a las leyendas de mi pueblo en las que se habla de pasadizos y castillos. Ojala Bejar pueda disfrutar de turismo subterráneo seria la leche.

un saludo.

Gabriel Cusac dijo...

Gracias, doña Leonor. Estoy a la espera de que alguien me diga: "Sí, aquí hay una entrada". Lo del turismo subterráneo, quizá sea una utopía. Pero da gusto solo imaginarlo.