12 de marzo de 2014

Salvemos a los condenados de Talaván, Jesús López

De la mano de Samuel Rodríguez viene Jesús López, encargado de fabricar el segundo eslabón del tramo extremeño en la Cadena en favor de la Ermita del Santo Cristo de Talaván. Jesús, artífice del magnífico blog Extremos del Duero, es otro amante de la tierra extremeña -aunque su cuna es gaditana, como la de un servidor- que no ha dudado en recorrer unos 140 kms. -y otros tantos de vuelta- para conocer la ermita del Santo Cristo y ofrecernos su colaboración. Ex profeso. Porque hay gente fabulosa.
http://extremosdelduero.blogspot.com.es/2014/03/salvemos-los-condenados-de-talavan-una.html 
Gracias, Jesús.
Por otra parte, ya en la cola están esperando dos aportaciones espontáneas, no convocadas a través de la Cadena: la poesía Talaván, de Ainhoa González de Alaiza, y el rap Cántico Terrenal, de Juan de la Cruz Mayo. Lo veremos en breve. Esta saturación es maravillosa. Y os puedo asegurar que, a juzgar por el contador de visitas de este blog, nuestros entrañables réprobos se están volviendo muy populares. La cosa marcha.
Dentro de tres días, la ermita del Santo Cristo de Talaván cumple 386 años. Casi nada. Felicidades, queridos condenados, querido hombre gato, querida mujer con toca. Ya infinidad de amigos os deseamos, de todo corazón, que cumpláis muchos más. A decir verdad, estamos luchando por ello. ¿Oído, Monago?
 

 

Salvemos a los condenados de Talaván. Una iniciativa de Gabriel Cusac.



Subí con alguna dificultad por un trozo de muro derruido y entré en la ermita. Primero tropecé con una piedra, quizás con una lápida. Después estuve a punto de caer tras meter el pie en un agujero, oculto por la alta hierba que crecía en el interior del edificio. Pero la idea de contemplar las enigmáticos y extrañas figurillas que adornaban la cúpula de aquella ermita en ruinas, me impedía tomar cualquier tipo de precaución. Había recorrido un buen puñado de kilómetros para ver y fotografiar el interior de aquél viejo edificio y la ansiedad podía conmigo. Luego, pasé rapidamente al lado de aquellos nichos abiertos y me dirigí, alzando la vista, hacia donde debían estar los condenados, que hasta entonces solo había visto en fotografías. Y efectivamente allí estaban. Los conté despacio y pude comprobar que eran veintiuno. Bueno, uno había sido vencido por la humedad y el paso del tiempo, de manera que solo quedaban veinte. 
Después los fotografié atropelladamente. Apenas presté atención al encuadre. Solo quería tomar las fotografías y salir rapidamente de allí. Aquellos nichos abiertos y vacíos, aquella exuberante vegetación que me impedía ver lo que pisaban mis pies, aquellas decenas de ojos que parecían mirarme desde las alturas... Claro, en aquellos momentos lo comprendí. Esa era la misión que el autor de aquellos esgrafiados había encomendado, varios siglos antes, a aquellos grotescos personajillos. Atemorizar al pueblo llano, subyugar a los pastores que cuidaban el ganado que pastaba en las feraces y bellas dehesas, tener en un puño a los villanos que malvivían en la pequeña población...
Fue entonces cuando empecé a sentir simpatía por los veinte penados. Arrriba, a varios miles de metros, varios aviones surcaban el cielo azul dejando tras de si su blanca estela y yo llevaba un android en el bolsillo de mi camisa, además de una cámara Nikon colgada al cuello. Estamos en el siglo XXI, me dije, ya no dais miedo. Si acaso respeto. Y sin más, continué fotografiando los deteriorados esgrafiados, esta vez tranquilamente, disfrutando cada vez que el dedo apretaba el disparador, pero observando con preocupación las humedades que amenazaban con borrar para siempre aquellos dibujos y las profundas grietas que surcaban la bóveda e incluso las alas, los ridículos gorros rojos y las caras de algunos de los réprobos.
Tras ello salí al exterior, donde me esperaban mi mujer y mis dos hijas, y mientras la primavera estallaba en la dehesa extremeña, dejamos atrás la ermita. Desde luego, el viaje había merecido la pena, pensé mientras guardaba la cámara en el maletero del coche; sería una gran perdida para todos la desaparición de los esgrafiados que, desde 1628, adornan la cúpula y los muros de la humilde Ermita del Santo Cristo de Talaván. 
                                                                                                              Ocho de marzo de dos mil catorce.








"Salvemos a los condenados de Talaván" es una iniciativa del escritor Gabriel Cusac mediante la cual pretende salvar de la ruina la ermita del Santo Cristo, situada en la localidad cacereña de Talaván. Para ello, entre otras acciones, Gabriel ha ideado construir una cadena de blogs que denuncien la lamentable situación en la que se encuentra el edificio y los interesantes y extraños esgrafiados que adornan su interior. Sería muy positivo, por tanto, que esta iniciativa tuviera una importante repercusión, por lo cual os pido que la hagáis llegar a vuestros familiares, amigos y compañeros de trabajo, utilizando el boca a boca y también las redes sociales.
El primer eslabón de la cadena lo puso el propio Cusac. Después tomó el relevo Samuel Rodriguez Carrero, con un trabajo completísimo y realmente espectacular en el que podéis encontrar una exhaustiva información sobre la ermita y los réprobos que aparecen en su interior. Hace unos días, mediante un correo electrónico, Samuel me cedió el téstigo, que yo acepté encantado. Ahora es el turno de José Manuel López...







La cadena: porque no quiero escuchar un réquiem por los réprobos de Talaván.
http://gabrielcusac.blogspot.com.es/2014/02/la-cadena-porque-no-quiero-escuchar-un.html

Colaboraciones de Extremadura, caminos de cultura: Salvemos la Ermita del Santo Cristo de Talaván.
http://caminosdecultura.blogspot.com.es/2014/03/colaboraciones-de-extremadura-caminos.html#comment-form

Los angeles malos de Talaván, Antonio Aviles Amat.
http://gabrielcusac.blogspot.com.es/2014/03/los-angeles-malos-de-talavan-antonio.html

Leyenda de los réprobos de Talaván.
http://gabrielcusac.blogspot.com.es/2013/10/leyenda-de-los-reprobos-de-talavan.html

Carmen Cascón Matas. Levanté el rostro hacia el cielo.
http://gabrielcusac.blogspot.com.es/2014/02/levante-el-rostro-hacia-el-cielo-carmen.html

2 comentarios:

jesús lópez dijo...

Gracias por tus palabras, Gabriel, pero el mérito es de mi mujer y de mis hijas, que me acompañan sin rechistar en mi afán de descubrir los tesoros que guarda esta tierra.

Por cierto, cuando salvemos esta ermita, tenemos que salvar algunas otras. Pregúntale a Samuel...

Hasta pronto!!!

Gabriel Cusac dijo...

Gracias a tu familia y a ti. Y dime si me equivoco: ¿la próxima a salvar puede ser la ermita de San Jorge, cerca de la Torre de los Mogollones?
Hasta pronto.