4 de enero de 2014

Las "leyendas y los mitos" de Raúl Martín, o cuando la literatura es un ejercicio de infamia




Las "Viejas leyendas bejaranas" junto al libro del plagiario
  
  Lean estos párrafos: “De este ambiente sombrío, melancólico y de maleficio de la corte, se contagió el pueblo español y el de Béjar no fue una excepción, contándose que por aquellos tiempos, una vez anochecido y tras el toque de oración, las gentes se recogían apresuradamente en sus viviendas, aposentándose toda la familia junta en la habitación más recóndita, después de haber comprobado el seguro cierre de puertas y ventanas, pues se decía, que brujas y demonios en cuánto se hacía de noche, pululaban por calles y plazas.
   Bien entrado el mes de octubre de aquel fatídico año ocurrió en la villa de Béjar un hecho extraño y desacostumbrado que vino a crear un mayor clima, no de miedo, sino de espanto y terror en sus habitantes. A las doce de la noche, las campanas de la torre de la iglesia de San Juan comenzaban a tocar a muerto; sus tañidos eran más lúgubres, más fúnebres y más prolongados que los acostumbrados para estas ocasiones, y al amanecer cesaba este macabro concierto”.
El texto anterior está extractado del relato Las campanas de la torre de San Juan, incluido en el volumen “Viejas leyendas bejaranas” de Gabriel Eduardo Rodríguez Bruno (Edición de autor, Béjar, 2005). Ahora comparen:
   “Cuenta la leyenda que a finales del año 1700 el pueblo bejarano se contagió de aquel ambiente sombrío, melancólico y de maleficio de la corte. Tras el toque de oración, las gentes se recogían apresuradamente en sus viviendas, aposentándose toda la familia junta en la habitación más recóndita después de haber comprobado el seguro cierre de puertas y ventanas. Y es que se decía que brujas y demonios pululaban por calles y plazas al caer momentáneamente el trono del astro rey.
   Llegado el mes de octubre un extraño hecho vino a caldear un clima ya no de miedo, sino de espanto y terror. A las doce de la noche, las campanas de la torre de la iglesia de San Juan comenzaban a tocar a muerto, los tañidos más lúgubres y fúnebres que se recuerdan. ¿Cómo era posible, si el templo estaba ya cerrado desde hacía varios meses y las llaves sólo las tenía el párroco? Por si fuera poco, no era un sonido cualquiera, el macabro concierto se prolongaba durante toda la noche y no cesaba hasta el amanecer”.
   Este segundo texto pertenece al relato homónimo incluido en el volumen “Mitos, leyendas e historias prodigiosas de la tradición salmantina”, del periodista y escritor Raúl Martín, publicado por el Instituto de las Identidades cinco años más tarde, o sea, en 2010. Concretamente en octubre, algunos meses después del fallecimiento de Rodríguez Bruno.
   Si Raúl Martín se hubiera limitado a copiar unas cuantas líneas de quien fuera Cronista Oficial de Béjar, el asunto podría quedar en un mero desliz. Pero Martín fusila de cabo a rabo Las campanas de Rodríguez Bruno. Lo hace además burdamente, recurriendo a leves variaciones léxicas y sintácticas, resumiendo de vez en vez el texto original y cambiando la secuencia de las frases. Con  pragmatismo de copista profesional, sin molestarse en elaborar un lenguaje narrativo propio,  el “escritor” Raúl Martín ahorra tiempo y trabajo sin alcanzar el plagio palabra por palabra, es decir, el plagio absolutamente literal. Aunque, a la vez, por la misma causa, por no haberse esforzado siquiera en la construcción de la impostura, el plagio se confiesa evidente.
   Pero lo que ya resulta asombroso es la dimensión del engaño. Porque la maniobra se repite no solo con Las campanas de la torre de San Juan, sino también con La cueva de los Encantados, La capa, El sastre de la calle Alojería… Hasta nueve de los once relatos de las “Viejas leyendas bejaranas” son plagiados torpemente  por Raúl Martín. Es decir, casi la práctica totalidad del libro de Rodríguez Bruno queda fusilada en “Mitos, leyendas e historias prodigiosas de la tradición salmantina”.
    He podido ver una entrevista en la cual, ante las cámaras de un canal salmantino, Raúl Martín es presentado como el paciente folclorista que, en un arduo  trabajo de campo, recorre los pueblos exhumando tradiciones orales a punto de desaparecer. Él mismo intenta publicitar esta imagen en la introducción de la obra: la de rescatador de tradiciones. ¡Qué muchacho más esforzado! Pero el buen folclorista cita sus fuentes,  de modo inexcusable si éstas son escritas. El buen folclorista incluye en su estudio la bibliografía consultada. El buen folclorista, si antologiza, referencia debidamente cada pieza antologizada. El buen folclorista, si transcribe textos ajenos, los entrecomilla, citando autor y obra; no los disfraza como propios. El buen folclorista puede ser un recopilador, nunca un plagiario. Pero Raúl Martín se cuida mucho de nombrar a Gabriel E. Rodríguez Bruno y de incluir la correspondiente reseña bibliográfica. Claro, se descubriría el pastel. Viendo el percal, incluso considero bastante probable que el cronista bejarano no haya sido el único plagiado en esta obra.
   Para remate, el libro de Raúl Martín (este “buen folclorista”) sale a la calle con el prestigioso sello del Instituto de las Identidades, con presentación del Diputado de Cultura. Lo coherente sería retirar de la circulación  cuanto antes “Mitos, leyendas e historias prodigiosas de la tradición salmantina” (la verdadera historia prodigiosa es que este asunto no haya visto la luz hasta hoy). Por respeto a Rodríguez Bruno, a la Diputación, a los lectores.

Gabriel Cusac

13 comentarios:

Ccasconm dijo...

¡Qué morro! Si tomas un cuento o una leyenda para una publicación, y lo quieres hacer literalmente, cita al autor y asunto concluído. No pasa nada por hacerlo porque has rescatado del olvido el trabajo de otro y eres, además, consecuente y honesto. El plagio me parece típico de los vampiros y chupasangres, de los que se alimentan del sudor y el esfuerzo ajeno.
Saludos

Gabriel Cusac dijo...

Pues el tal Raúl Martín es Drácula. El plagio resulta brutal, las "Viejas leyendas Bejaranas" quedan fusiladas casi en su totalidad. He escrito a la Diputación de Salamanca, informando del caso. Espero que su libro sea retirado de la circulación.
Saludos, Carmen.

Anónimo dijo...

Si estos monstruos de la literatura han ejercido de plagiarios. Por que no van a poder serlo autores más "modestos"?
Arcipreste de Hita; D. Juan Manuel; Garcilaso; Cervantes; Lope de Vega; Quevedo; Clarín; Camilo José Cela; Neruda; Vázquez Montalbán; García Márquez; Saramago; Lucía Etxebarría; Sánchez Dragó; Pérez Reverte.
La genialidad va de la mano con la falsedad?
Títiro.

Gabriel Cusac dijo...

¿Pero de dónde has sacado esta lista, Títiro? Yo solo conozco el caso de Cela, muy evidente (estoy convencido, incluso, de que La familia de Pascual Duarte no es suya), y el de Reverte, muy dudoso. Y no sé si es correcto hablar de plagio con don Juan Manuel, o de simple transmisión de conocimientos.
Me da igual genios o copistas (como Raúl Martín): el plagio no es justificable.

Roberto Domínguez dijo...

Como dice Gabriel, el plagio es injustificable venga de donde venga y se ha de denunciar siempre. En este país estamos sobrados de trepas y de mediocres.

Gabriel Cusac dijo...

Y en este caso, Roberto, con el marchamo editorial del Instituto de las Identidades, que se distingue por la calidad de sus publicaciones. El daño es tremendo.

Archivo Fotográfico y Documental de Béjar dijo...

Gabriel que ojo tienes, con la cantidad de gente que lo ha leido y no se había levantado la liebre.
Al final lo han retirado.

Gabriel Cusac dijo...

Había leído hace tiempo las leyendas de Rodríguez Bruno, y cuando topé con la primera "leyenda" del plagiario referida a Béjar, todo me sonaba demasiado. No tiene mayor mérito que una coincidencia de lecturas.Pero es verdad que resulta extrañísimo que nadie se hubiera dado cuenta antes, sobre todo teniendo en cuenta la cantidad de autores plagiados: Maceira, César Morán,Grande del Brío... No son desconocidos, precisamente.

Gabriel Cusac dijo...

Por cierto, tomé los datos del fallecimiento de Rodríguez Bruno de Archivo fotográfico y documental de Béjar. ¿No seré acusado de plagio, verdad?

Anónimo dijo...

A mi me mosqueó bastante que no referenciara ninguna historia. Aunque la fuente fuera oral podría decir que se lo contó el Tío Miguel o así. Yo he intentado rastrear una leyenda específica que pone en el libro sobre el pueblo de mi familia, porque me interesa mucho el tema, y todavía no he dado con ninguna fuente.

Gabriel Cusac dijo...

Lo dicho, haría falta otro libro para desenmascarar totalmente la gavilla de plagios.

Anónimo dijo...

Gabriel, es un daño terrible a su trabajo esta claro. La gente que conocemos a plagiator profesionalmente deja mucho que desear y lo que es peor, como persona todavia mucho mas. Prepotencia, chulería, antipatía son algunos calificativos para definir a este tipo. Aunque retirado el libro, la vergüenza que ha tenido q pasar es un castigo que no olvidará en la vida.

Gabriel Cusac dijo...

Anónimo comentarista, no conozco personalmente a "Plagiator", pero que a estas alturas no haya sido capaz de pedir perdón por su evidente estafa literaria -un plagio, además, múltiple- no dice mucho a favor de su dignidad como persona.