29 de junio de 2013

Artículo enviado a la prensa sobre la campaña "Salvemos a los condenados de Talaván"



Un nuevo paso en la campaña “Salvemos a los condenados de Talaván”


Fotografía de Eloy Diaz Redondo


Plumíferos, grotescos, encantadoramente horribles, los condenados de Talaván (Cáceres) llevan camino de cuatro siglos manteniendo su vuelo estático y circular sobre la cúpula de la capilla de la Ermita del Santo Cristo. Una escuadrilla maldita: desde la especulación, les catalogamos como réprobos, interpretando varias metáforas visuales. Porque suponemos que las alas nos indican su condición de almas. Suponemos que su expresión terrorífica, de dientes vampíricos y mueca descompuesta, es un clamor sobre el destino que les aguarda: el Infierno. Y suponemos que el extraño atuendo que cubre sus cabezas, ese gorrito con borla marcado en grana, hace referencia a algún tipo de coroza inquisitorial. Debajo de ellos, remitiéndonos al libro de Isaías, un friso caligrafiado en latín apoya estas conjeturas, porque parece reprocharles su desprecio al sacrificio de Cristo: “Fue ofrecido porque Él lo quiso. Y Él cargó con nuestros pecados”. En la misma inscripción figura la data: 15 de marzo de 1628.
De entre todos los esgrafiados, geométricos y figurativos, de la Ermita del Santo Cristo, los réprobos o condenados -21 originalmente, aunque uno de ellos ya ha sido borrado por la humedad- forman el conjunto más espectacular. Pero no el más enigmático. En las enjutas del lado norte del arco diafragma, alojados en sendos medallones, dos bustos nos plantean más interrogantes. Uno, femenino y especialmente sobrecogedor, nos muestra a una mujer con toca; el otro se corresponde al llamado hombre gato, raro personaje de bigotes felinos, con alzacuello y una especie de sombrero hongo. Ambos visten prendas con decoración de espiga y botonadura. Nada sabemos de su identidad.
La verdadera condena de los réprobos y del resto de esgrafiados de la ermita se explicita en los propios muros, de ya humilde fábrica: argamasa, pizarra y ladrillo. La pareja de los medallones está al descubierto, indefensa ante el ataque de los agentes atmosféricos, y la cúpula de la capilla, obscenamente agrietada, con la lepra de verdín desintegrando poco a poco a los réprobos, parece sostenerse de milagro. Hablamos de una ruina.
A principios de año se inició la campaña “Salvemos a los condenados de Talaván”, con una notable trascendencia mediática. Al poco tiempo, el Centro de Estudios Bejaranos (CEB) tomó las riendas de esta causa, incluyendo la Ermita del Santo Cristo en la Lista Roja del Patrimonio de Hispania Nostra y dirigiéndose a varias instituciones culturales extremeñas alertando de la posible desaparición de esta singularísima joya artística. Uno de los miembros del CEB, Roberto Domínguez Blanca, Historiador del Arte por la USAL, elaboró un valioso informe al respecto que se hizo llegar, entre otras instancias, a la Dirección General de Patrimonio Cultural del Gobierno de Extremadura. El Ayuntamiento de Talaván, propietario del Cementerio Viejo, donde se enclava la ermita, ha ejecutado tareas de limpieza, tala y desbroce de la finca, adecentando lo que era un auténtico vertedero. Y, lo que quizá sea más importante, los propios talavaniegos han tomado conciencia del valor de la Ermita del Santo Cristo.
Sin embargo, las autoridades patrimoniales extremeñas –desde ese plus ultra, esa invisibilidad, ese limbo extraterrestre que con frecuencia aloja al poder, a los poderes- no se deciden a actuar, a pesar de que Mª del Pilar Merino, la máxima responsable en estos asuntos, prometió “una visita técnica para estudiar los problemas y plantear las posibles acciones”. Esto pasó a principios de abril. Hoy, no tenemos constancia de que tal “visita técnica” se haya producido. O, si así ha ocurrido, qué acciones se han planteado. No sabemos si es que las cosas de palacio van despacio, o si doña Mª del Pilar Merino ha optado por el laissez passer. En realidad, desde sus prometedoras palabras, no hemos vuelto a saber nada.
La campaña “Salvemos a los condenados de Talaván” acomete un nuevo paso, a través de la plataforma digital Change.org. Porque la defensa del Patrimonio define la cultura de un país. Porque los esgrafiados de la Ermita del Santo Cristo carecen de cualquier referente iconográfico similar. Porque son únicos. Porque nosotros y las generaciones venideras tenemos derecho a estremecernos bajo el aquelarre de los réprobos. Amigo lector: firma, comparte, difunde:

Gabriel Cusac Sánchez




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